De no ir a la iglesia a jugar fútbol en la élite

by - agosto 24, 2020

 




De ser abucheado constantemente por las exigentes tribunas del Atanasio Girardot, a convertirse en un referente del Deportivo Independiente Medellín (DIM). De escaparse a jugar con sus amigos, a pisar los mejores estadios del mundo y superar la cifra de 200 goles anotados en 16 años de carrera deportiva. La historia de superación de Jackson Martínez.

De Quibdó a Portimão, pasando antes por Oporto y Madrid, la vida de Jackson Arley Martínez Valencia ha sido, desde sus inicios, producto de su persistencia y trabajo duro. Desde chico, se ausentaba del templo religioso al que sus padres le forzaban a ir para poder estar presente en las canchas de su barrio marcando goles sin parar. Ni siquiera los fuertes regaños de su madre, cuando retornaba a casa, con el sudor recorriendo su cuerpo y lleno de tierra, podrían detenerlo en su objetivo de llegar a la élite.

Desde temprana edad comenzaba a jugar fútbol –aunque también le llamaba la atención el baloncesto– en la cancha de los Álamos en Quibdó. Nunca le importaba si no había balón para jugar, ya que arrancaba las cabezas de las muñecas de sus hermanas, agarraba latas o piedras para marcar sus primeros goles por toda su casa descalzo.

Orlando Martínez, su padre, también fue un apasionado por este deporte, un delantero habilidoso que no pudo establecerse en Primera División, lo que lo llevó a meterse de lleno en la educación física, y preparar a Jackson con el objetivo claro: verlo en la máxima categoría del fútbol colombiano.

Credenciales no le faltaron, al que, en su momento, destacó como jugador de la selección de Quibdó. Cuenta El Espectador, que, en 1982, ofrecieron dos entradas gratis para un compromiso del DIM, el reto era el que supiera el nombre completo de Orlando y nadie pudo ganarlas, ya que todo el mundo lo conoció como “Chachachá”, apodo que a la postre fue bien heredado por Jackson cuando emprendió su viaje a Medellín.

Pese a su corta edad, Jackson decidió tomar nuevos aires, dejando atrás su tierra natal para arribar al departamento antioqueño, donde fue recibido por sus abuelos maternos quienes vivieron allí y se hicieron cargo de él. Ahí, tuvo la oportunidad de estar en dos equipos amateurs, Deportivo Encizo y Coopebombas.



Su abuelo, Salomón Valencia, sería quien lo llevaría por primera vez a la cancha de La Ladera, en el barrio Encizo, donde empezaría a mostrar sus condiciones con el Deportivo Encizo. Al finalizar los entrenamientos, se pasaba por los árboles que se encontraban en los alrededores del terreno de juego, para bajar guayabas y su entrenador, Gustavo Castrillón, lo seguía para mandarlo a su casa. En aquel entonces, era simplemente “el mudo”, apodo colocado por sus compañeros, ya que era un chico tímido, que se limitaba a hablar dentro de las canchas con goles y tímidas celebraciones.

El fútbol no fue lo único que tenía en mente. Luego de debutar profesionalmente con el Deportivo Independiente Medellín, en horario nocturno comenzaría a estudiar para así culminar su bachillerato y tener en mente una carrera universitaria en caso de no llegar al fútbol profesional –como varios de sus amigos –.

Pedro Sarmiento recuerda entre risas que cada vez que Martínez aparecía en el once del Medellín era insultado por todo el Atanasio Girardot. Pero, ¿cuál era la solución del profe? Alinearlo en los partidos de visitante. Poco a poco, tomaría el rodaje que necesitaba y sin intimidarse en el reflejo de los Falcao y Rodallega, que brillaban con la Sub-20 colombiana en 2009, comenzaba a hacer goles y tener físico de futbolista. El tiempo le daría la razón a Sarmiento y Jackson sería campeón años después con Leonel Álvarez como entrenador. No se volverían a escuchar los insultos.

Pensando en la preparación de los jóvenes, Jackson Martínez decidió fundar su propia fundación, Fudejam –Fundación Deportiva Jackson Martínez– en Medellín, para que los muchachos pudieran formarse, seguir el camino correcto y tener esas facilidades que él, en su momento, no tuvo. Gracias a las gestiones de “Chachachá”, varios jóvenes han viajado al extranjero para probar suerte en diferentes equipos, también algunos ya han formado parte de las categorías menores de equipos profesionales en Colombia.



Siguiendo en las creencias inculcadas por su familia que lleva desde niño, Jackson Martínez, inició su carrera también como cantante en el 2018. Dio estreno a su primer álbum titulado ‘No temeré’, que se trata de trap cristiano y al día de hoy, sigue estrenando temas musicales dedicados al Creador.

Mucho ha pasado en su carrera. El viejo Vicente Calderón lo recuerda con desdicha y desde Guangzhou fueron pacientes con él durante dos difíciles años, pero si no lo detuvieron los regaños de su mamá por ausentarse de las actividades religiosas, menos lo detendrían las lesiones. Jackson volvió a sentirse futbolista en Portimonense donde culminó su segunda temporada y se despidió del club, y si ve por el retrovisor, encontrará su nombre entre los grandes delanteros del fútbol colombiano y en el plano internacional, marcando los pasos del ‘Chachachá’ incluso en el Viejo Continente.

Medellín, Chiapas, Oporto, Madrid, Guangzhou y Portimão, han sido los destinos de aquel chico que soñaba con llegar al fútbol profesional, que dejó atrás sus padres desde muy joven para perseguir sus sueños y que tuvo la oportunidad de representar la bandera de su país con la selección nacional en dos Copa América (2011 y 2015), en la Copa del Mundo Brasil 2014, duelos de eliminatorias sudamericanas y compromisos amistosos.



¿Su deseo? Volver a la Ciudad de la Eterna Primavera, regresar al Atanasio Girardot y enfundarse la camiseta roja, la del Deportivo Independiente Medellín, el club que le permitió dar sus primeros pasos en su carrera por allá en el 2004 y donde tuvo la oportunidad de cambiar las críticas en elogios con sus grandes actuaciones cada vez que le tocó saltar al césped a defender los colores del “Poderoso de la Montaña”.


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